En el hospital estornuda. Una
explosión de aire sale a presión. A contraluz puede verse los miles de
microbios saliendo en busca de libertad para elegir la próxima víctima. El
soplo alcanza una velocidad capaz de hinchar las velas de un velero. En su afán
encuentra salida por un pequeño agujero que de una pedrada hizo algún niño en
los viejos ventanales. Sale airoso. Impetuoso coge aliento y se deja seducir
por el azul. Las olas sacudidas se mueven a contracorriente. El horizonte se va
rizando a medida que el viento peina sus aguas marinas. Las crestas se
pronuncian llegando a la plácida orilla dorada donde las miles y miles de
partículas arenosas se alborotan chocando contra los bañistas que las sienten
como agujas. Alterados se levantan dejando poco a poco y de forma desordenada
la playa lánguida. Subiendo las calles la brisa insistente vuelve del revés la
ropa tendida. Mueve veletas a porrazos de aire y sacude postigos que espetan
una y otra vez haciendo resonar las calles vacías de gente haciendo la siesta. Mujeres
y hombres anónimos se asoman aleatoriamente al paso del escándalo volátil que
aturdido por la necesidad de comunicarse resopla una y otra vez buscando a
quien comprenda su lamento. Los golpes se agolpan en las casas. El viento con
sus hilos juega a encontrarse y a esconderse y a asustarse dejando tras de si,
puertas que espetan por que las corrientes estiran en direcciones diferentes.
Una sacudida pone en pie a una madre. Lejos de saber que ocurre en las calles,
estornuda. Clara comprende la necesidad de su hija. De donde vino el viento las
olas la han de llevar.
Agost 2009_ AULA DE ESCRITORES
C/ Sant Lluís, 6 Barcelona